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Al decir primero: «No quieres ni te agradan sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos ni expiaciones por el pecado» (cosas que se ofrecen según la ley), y luego añadir: «Aquí estoy, para hacer tu voluntad», quita lo primero para establecer esto último. 10 Por esa voluntad somos santificados, mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una sola vez y para siempre.

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