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10 Así que, convenía que Dios, quien todo lo creó para gloria suya, permitiera los sufrimientos de Jesús para que de esa manera pudiera llevar a la gloria a muchos hijos. 11 Tanto Jesús, que nos santifica, como nosotros, que somos los santificados, tenemos un mismo origen. Por ello, Jesús no se avergüenza de llamarnos hermanos, 12 cuando dice:

«Hablaré de ti a mis hermanos y juntos te cantaremos alabanzas».

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