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Muerte de Esteban

54 Los jefes judíos, al escuchar la acusación de Esteban, crujían los dientes y rabiaban de furia contra él. 55 Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, elevó los ojos al cielo y contempló la gloria de Dios y a Jesús a la derecha de Dios.

56 ―¡En este mismo instante —les dijo— veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!

57 Entonces ellos, tapándose los oídos y gritando con fuerza, se le echaron encima y lo sacaron de la ciudad. 58 Los testigos oficiales se quitaron la ropa, la pusieron a los pies de un joven llamado Saulo, y también apedrearon a Esteban hasta matarlo.

59 Mientras lo apedreaban, Esteban oraba:

―Señor Jesús, recibe mi espíritu.

60 Luego cayó de rodillas y gritó:

―¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!

Y al terminar de pronunciar aquellas palabras, murió.

Y Saulo estaba de acuerdo en que asesinaran a Esteban.

La iglesia perseguida y dispersa

Aquel mismo día, una gran ola de persecución se levantó contra los creyentes y barrió la iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los apóstoles, huyeron a Judea y Samaria.