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28 —Sí—contestaron—. Nuestro padre, siervo de usted, sigue con vida y está bien.

Y volvieron a postrarse.

29 Entonces José miró a su hermano Benjamín, hijo de su misma madre.

—¿Es este su hermano menor del que me hablaron?—preguntó José—. Que Dios te bendiga, hijo mío.

30 Entonces José se apresuró a salir de la habitación porque la emoción de ver a su hermano lo había vencido. Entró en su cuarto privado, donde perdió el control y se echó a llorar.

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