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Tras ellas brotaban otras siete espigas, delgadas y quemadas por el viento solano. ¡Y las siete espigas delgadas se comían a las espigas grandes y hermosas!

En eso el faraón se despertó y se dio cuenta de que solo era un sueño. Sin embargo, a la mañana siguiente se levantó muy preocupado, mandó llamar a todos los magos y sabios de Egipto, y les contó los dos sueños. Pero nadie se los pudo interpretar.

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