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A la mañana siguiente, cuando José fue a verlos, los encontró muy preocupados, y por eso les preguntó:

―¿Por qué andáis tan cabizbajos?

―Los dos tuvimos un sueño —respondieron—, y no hay nadie que nos lo interprete.

―¿Acaso no es Dios quien da la interpretación? —preguntó José—. ¿Por qué no me contáis lo que soñasteis?

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