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Agrégale pedazos de carne,
    los mejores cortes de pierna y lomo,
    y lo mejor de los huesos de la mejor oveja del rebaño.
Amontona leña debajo de ella
    para que hierva bien el agua
    y los huesos queden bien cocidos.

»Por lo tanto el Señor DIOS dice:
¡Ay de Jerusalén, ciudad sanguinaria!
    ¡Ay de esa olla oxidada cuyas manchas no se pueden quitar!
Saca todos los pedazos de carne,
    pero no se los des a nadie.

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