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Luego Aholá se comportó como una prostituta y me fue infiel, yendo tras sus amantes de Asiria. Eran generales vestidos con sus uniformes púrpura, gobernantes y oficiales, todos de lo mejor de la caballería y de los jinetes. Así, Aholá se entregó a lo mejor de los asirios, a quien quiso, y se contaminó con sus repugnantes ídolos.

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