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El sonido de las alas de los querubines se podía oír hasta el patio exterior, como una voz de trueno del Dios Todopoderoso.

Así que cuando el Señor le ordenó al hombre vestido de lino que tomara el fuego de entre las ruedas, o sea del área entre los querubines, fue y se paró al lado de las ruedas. Uno de los querubines extendió la mano y tomó el fuego que estaba entre ellos, tomó también un carbón ardiente y lo colocó en las manos del hombre que estaba vestido de lino, quien lo tomó y se fue.

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