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Los querubines estaban de pie, a la derecha del templo. Cuando el hombre se acercó, la nube empezó a llenar el patio interior. Cuando la gloria del SEÑOR se había elevado de los querubines dirigiéndose hacia la entrada del templo, la nube llenó el templo y la luz gloriosa del SEÑOR inundó el patio. El sonido de las alas de los querubines se podía oír hasta el patio exterior, como una voz de trueno del Dios Todopoderoso.

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