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El Señor le dijo entonces al que estaba vestido de lino:

«Métete entre las ruedas que están debajo de los querubines, llénate las manos con las brasas que están entre ellos, y espárcelas sobre la ciudad.»(A)

Yo lo vi meterse entre las ruedas. Cuando se metió, los querubines estaban a la derecha del templo y una nube llenaba el atrio interior. Entonces la gloria del Señor se elevó por encima del querubín que estaba en el umbral de la puerta, y el templo se llenó con la nube, y el atrio se llenó con el resplandor de la gloria del Señor.

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