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Y el Señor dijo al hombre vestido de lino: «Métete entre las ruedas del carro, debajo de los seres alados, y toma un puñado de brasas encendidas, de esas que están en medio de los seres alados, y espárcelas sobre la ciudad.»

Y vi cómo el hombre se metió.

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Entonces el Señor ordenó al hombre vestido de lino que tomara fuego de entre las ruedas del carro, de en medio de los seres alados. El hombre fue y se puso junto a una de las ruedas.

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Junto a los seres alados vi cuatro ruedas, una junto a cada uno de ellos. Las ruedas brillaban como si fueran de topacio. 10 Las cuatro ruedas eran iguales y parecían estar una dentro de la otra. 11 Cuando los seres alados avanzaban en una de las cuatro direcciones, no tenían que volverse, sino que avanzaban en la dirección en que iba el de adelante. 12 Su cuerpo, sus espaldas, sus manos y sus alas estaban llenos de reflejos por todos lados, lo mismo que las cuatro ruedas. 13 Yo mismo oí que a las ruedas también les daban el nombre de «carro».

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