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«Hijo de hombre, profetiza contra los pastores(A) de Israel; profetiza y di a los pastores: “Así dice el Señor Dios: ‘¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar(B) el rebaño(C)? Comen la grasa(D), se han vestido con la lana, degüellan la oveja engordada, pero no apacientan el rebaño(E). Ustedes no han fortalecido a las débiles, no han curado a la enferma, no han vendado a la herida, no han hecho volver a la descarriada, no han buscado a la perdida(F); sino que las han dominado con dureza y con severidad. Las ovejas se han dispersado por falta de pastor, y se han convertido en alimento para toda fiera del campo. ¡Se han dispersado(G)! Mis ovejas andaban errantes por todos los montes(H) y por toda colina alta. Mis ovejas han sido dispersadas(I) por toda la superficie de la tierra, sin haber quien las busque ni pregunte por ellas(J)’”».

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