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—¡El enemigo es este malvado Amam! —respondió Ester.

Al oír esto, Amam se quedó paralizado de miedo ante el rey y la reina. El rey se levantó del banquete y salió al jardín. Pero Amam, al ver la mala situación en que estaba, empezó a pedirle compasión a la reina. Cuando el rey volvió del jardín, Amam estaba inclinado sobre el diván en que se encontraba Ester, pidiéndole compasión. Entonces exclamó el rey:

—¿Acaso quieres también deshonrar a mi esposa en mi propia casa?

Al oír esto, Amam volvió la cara lleno de vergüenza.

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