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29-31 [17j] La reina Ester estaba muy angustiada por la amenaza de muerte, por lo que también buscó la ayuda de Dios. Y para mostrar su tristeza, se quitó sus ropas lujosas y se vistió de luto. Descuidó por completo su aspecto personal: en lugar de perfume, se echó ceniza y tierra sobre la cabeza; tampoco se puso sus joyas, y además se dejó el pelo suelto y desordenado. Luego oró al Dios de Israel, y le dijo:

32 [17k] «¡Dios mío, tú eres nuestro rey!
¡Estoy completamente sola
y mi vida está en peligro!
¡Sólo tú puedes ayudarme!

33 [17l] »Cuando yo era niña,
me enseñaron que tú eres nuestro Dios;
que somos tu pueblo elegido
entre todos los pueblos de la tierra.
Tú elegiste a nuestros grandes líderes,
y les cumpliste todas tus promesas.
¡Somos tuyos para siempre!

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