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Y todos los príncipes de las provincias, los sátrapas, capitanes y oficiales del rey, apoyaban a los judíos, pues todos temían a Mardoqueo, ya que Mardoqueo era grande en la casa del rey y su fama se había extendido por todas las provincias. Así, día a día se engrandecía Mardoqueo.

Asolaron los judíos a todos sus enemigos a filo de espada, con mortandad y destrucción, e hicieron con sus enemigos como quisieron.

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