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En cada una de las provincias y en todo lugar donde llegaba la orden del rey y su decreto, había entre los judíos gran duelo y ayuno(A), llanto y lamento. Muchos se acostaban sobre cilicio y ceniza.

Vinieron las doncellas de Ester y sus eunucos y se lo comunicaron, y la reina se angustió en gran manera. Y envió ropa para que Mardoqueo se vistiera y se quitara el cilicio de encima, pero él no la aceptó. Entonces Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos que el rey había puesto a su servicio[a], y le ordenó que fuera a Mardoqueo para saber qué era aquello y por qué.

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Footnotes

  1. Ester 4:5 Lit. delante de ella.