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II.— EL TIEMPO Y LA MUERTE (3—5)

Todas las cosas bajo el sol tienen un tiempo y un momento:

Hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado.
Hay un tiempo para matar y un tiempo para curar;
un tiempo para destruir y un tiempo para construir.
Hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír;
un tiempo para hacer duelo y un tiempo para bailar.
Hay un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse.
Hay un tiempo para buscar y un tiempo para perder;
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar.
Hay un tiempo para rasgar y un tiempo para coser;
un tiempo para callar y un tiempo para hablar.
Hay un tiempo para amar y un tiempo para odiar;
un tiempo de guerra y un tiempo de paz.

¿Qué ganancia saca el trabajador de sus fatigas? 10 He observado la tarea que Dios ha impuesto a los seres humanos para que se dediquen a ella: 11 todo lo hizo hermoso y a su tiempo, e incluso les hizo reflexionar sobre el sentido del tiempo, sin que el ser humano llegue a descubrir la obra que Dios ha hecho de principio a fin. 12 Y he comprendido que no hay para ellos más felicidad que alegrarse y pasarlo bien en la vida, 13 pues también es don de Dios que toda persona coma, beba y disfrute en todas sus fatigas. 14 He comprendido que todo lo que hace Dios durará siempre, sin añadirle ni quitarle nada. Así Dios se hace respetar.

15 Lo que es, ya fue;
lo que será, ya sucedió,
pues Dios recupera lo pasado.

El destino del ser humano

16 He observado otra cosa bajo el sol:

en la sede del derecho, el delito;
en el tribunal de justicia, la injusticia.

17 Y pensé: Dios juzgará al justo y al injusto, pues hay un tiempo para cada cosa y para cada acción. 18 Me puse a reflexionar sobre la conducta de los seres humanos: Dios los prueba para demostrarles que son como animales. 19 En efecto, seres humanos y animales comparten un mismo destino: la muerte de estos es como la muerte de aquellos y todos tienen un mismo aliento vital, sin que el ser humano aventaje al animal, pues todo es ilusión.

20 Todos van al mismo sitio:
todos proceden del polvo
y todos vuelven al polvo.

21 Nadie sabe si el aliento vital de los seres humanos sube a las alturas y el de los animales cae bajo tierra. 22 Por eso, he descubierto que para el ser humano no hay más felicidad que disfrutar de sus obras, porque esa es su recompensa. Pues nadie lo traerá a ver lo que sucederá después de él.