Me dije entonces: «Vamos, pues, haré la prueba con los placeres y me daré la gran vida». ¡Pero aun esto resultó ser vanidad! A la risa la considero una locura; en cuanto a los placeres, ¿para qué sirven?

Quise luego hacer la prueba de entregarme al vino —si bien mi mente estaba bajo el control de la sabiduría—, y de aferrarme a la necedad, hasta ver qué de bueno le encuentra el hombre a lo que hace bajo el cielo durante los contados días de su vida.

Realicé grandes obras: me construí casas, me planté viñedos, cultivé mis propios huertos y jardines en donde planté toda clase de árboles frutales. También me construí aljibes para irrigar los muchos árboles que allí crecían. Compré esclavos y esclavas; tuve criados, vacas y ovejas, tuve mucho más que todos los que me precedieron en Jerusalén. Amontoné plata, oro y tesoros que fueron de reyes y provincias. Tuve cantores y cantoras; disfruté de los deleites de los hombres: ¡formé mi propio harén![a]

Me engrandecí en gran manera, más que todos los que me precedieron en Jerusalén; además, la sabiduría permanecía conmigo.

10 No negué a mis ojos ningún deseo
    ni privé a mi corazón de placer alguno.
Mi corazón disfrutó de todos mis trabajos.
    ¡Solo eso saqué de tanto afanarme!
11 Luego observé todas mis obras
    y el trabajo que me había costado realizarlas.
Vi que todo era vanidad, un correr tras el viento,
    y que no había provecho bajo el sol.

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Footnotes

  1. 2:8 ¡formé mi propio harén! Frase de difícil traducción.

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