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Un día temblarán los guardianes de la casa,
    y se encorvarán los hombres de batalla;
se detendrán las molenderas por ser tan pocas,
    y se apagarán los que miran a través de las ventanas.
Se irán cerrando las puertas de la calle,
    irá disminuyendo el ruido del molino,
las aves elevarán su canto,
    pero apagados se oirán sus trinos.
Sobrevendrá el temor por las alturas
    y por los peligros del camino.
Florecerá el almendro,
    la langosta resultará onerosa,
    y no servirá de nada la alcaparra,
pues el hombre se encamina al hogar eterno
    y rondan ya en la calle los que lloran su muerte.

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