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Alcé la voz desde la tierra,
grité desde las puertas del sepulcro,
10 y oré: «Señor, tú eres mi padre,
tú tienes poder para salvarme;
no me abandones en el momento del peligro,
en la hora del terror y la desolación.
Te alabaré continuamente
y te invocaré en mis oraciones.»
11 Entonces el Señor oyó mi voz,
escuchó mi súplica
y me libró de todo mal;
me salvó en el momento del peligro.

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