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20-21 Tan grande fue su pecado
que Dios se enojó con él;
dividió en dos su reinado,
y así castigó a sus descendientes.

22 Pero Dios nunca deja de amarnos
y siempre cumple sus promesas.
Por eso no destruyó del todo
a la familia de David,
ni hizo que desaparecieran
sus descendientes.

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