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Josué dio una orden al sol,
y el sol se detuvo,
y un día duró lo mismo que dos.
Sus enemigos lo rodeaban,
pero Josué llamó al Dios altísimo,
y Dios atendió su llamado:
¡dejó caer sobre sus enemigos
una lluvia de granizo!
Así fue como Dios destruyó
a las naciones enemigas,
y ellas reconocieron que Josué
peleaba en nombre de Dios.

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