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Como el horno ardiente derrite los metales,
así el sol con sus rayos abrasa las montañas.
Una llamarada luminosa consume la tierra,
y su luz ciega los ojos.
¡Qué grande es el Señor, que lo creó!
Por orden suya, el sol avanza en su carrera.

También hace salir la luna en los diversos tiempos,
y ella, como señal eterna, dirige los periodos.

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