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17 Están los que se dejan llevar
por sus malos deseos,
¡y sus deseos son como un fuego
que no se apaga hasta consumirse!

18 Después está el marido infiel,
que se convence a sí mismo:

«Todo está oscuro. Nadie me ve.
Estas paredes me esconden;
¡no hay nada que temer!
¡Ni siquiera el Dios altísimo
se dará cuenta de mi pecado!»

19 Lo que este hombre teme
es que lo vean los demás,
sin pensar que Dios puede ver
todo lo que pasa en este mundo;
sus ojos penetran lo más profundo
y alumbran más que el sol.

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