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26-27 Cuando llega la desgracia
olvidamos la alegría,
y cuando llega la muerte,
para Dios es cosa fácil
darnos lo que nos merecemos.
¡Y al fin de cuentas se descubre
lo que en realidad somos!
28 A la gente se le conoce
a la hora de su muerte.
Por eso, antes de que muera
no hay que llamar feliz a nadie.

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