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Cuando llegue la hora de combatir, el sacerdote pasará al frente y arengará a la tropa con estas palabras: “¡Escucha, Israel! Hoy vais a entrar en batalla contra vuestros enemigos; no os desaniméis ni os amedrentéis, no os acobardéis ni os atemoricéis ante ellos, porque el Señor vuestro Dios va con vosotros; él luchará a vuestro favor para daros la victoria sobre vuestros enemigos”.

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