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21 Entonces oyó una voz:

―¡Oh rey, viva para siempre! 22 Mi Dios ha enviado su ángel para cerrar las fauces de los leones para que no pudieran tocarme; pues soy inocente ante Dios, y no he hecho mal a nadie.

23 El rey se puso muy contento y ordenó que Daniel fuera sacado del foso. Y no se encontró siquiera un rasguño en él, porque había confiado en su Dios, quien lo protegió.

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