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18 Pero, aun si no lo hiciera, sepa bien Su Majestad que no adoraremos a sus dioses ni nos arrodillaremos ante la estatua de oro.

Los tres jóvenes son librados del horno de fuego

19 Al oír Nabucodonosor estas palabras, la cara se le puso roja de rabia contra los tres jóvenes. Entonces ordenó que se calentara el horno siete veces más de lo acostumbrado; 20 luego mandó que algunos de los soldados más fuertes de su ejército ataran a Sadrac, Mesac y Abed-negó, y que los arrojaran a las llamas del horno.

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