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El Señor le permitió que venciera sobre Joacim, el rey de Judá. Al volver a Babilonia, se llevó algunas de las copas sagradas del templo de Dios, y las colocó en la casa del tesoro de sus dioses, en la región de Sinar. Luego ordenó a Aspenaz, quien estaba a cargo del personal de servicio de su palacio, traer al palacio a algunos de los jóvenes judíos que habían sido traídos cautivos, jóvenes de la familia real o de la nobleza de Judá. «Escoge muchachos fuertes, sanos y de buen parecer, le dijo, que tengan una amplia cultura; jóvenes bien educados, inteligentes, despiertos, sensatos y capaces de servir en el palacio. Enséñales a estos jóvenes la lengua y la literatura de los babilonios».

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