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¡Aparta de mí la mirada, pues tus ojos me han vencido! Tus cabellos, derramándose sobre tu rostro, son como rebaño de cabras que retozan por las laderas de Galaad. Tus dientes son como rebaños de cabritas recién lavados; perfectos y completos. Tus mejillas son como dos mitades de granadas tras el velo.

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