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Abrí a mi amado,
pero mi amado se había ido, ya había pasado,
y tras su voz se me salió el alma.
Lo busqué, mas no lo hallé;
lo llamé, y no me respondió.
Me encontraron los guardias que rondan la ciudad;
me golpearon, me hirieron,
me arrebataron el manto
los guardias de las murallas.
Yo os conjuro, hijas de Jerusalén,
si halláis a mi amado,
hacedle saber que estoy enferma de amor.

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