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Yo misma abrí a mi amor
y mi amor se había marchado.
¡El alma se me fue con sus palabras!
Lo busqué y no lo hallé,
lo llamé y no respondió.
Me descubrieron los guardias
que hacían ronda en la ciudad:
me golpearon, me hirieron
y me quitaron el manto
los guardias de las murallas.
Juradme, muchachas de Jerusalén,
que si encontráis a mi amor,
esto le habréis de decir:
¡que estoy enferma de amor!

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