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Mi amado metió la mano
por un hoyo de la puerta;
¡todo mi ser se estremeció!
Salté de la cama
para abrirle a mi amado;
¡por las manos y los dedos
me corrían gotas de perfume,
y caían sobre la aldaba!

Al oír la voz de mi amado,
sentí que me moría.
Le abrí la puerta,
pero él se había marchado;
¡ya no estaba allí!
Me dispuse a seguirlo:
lo busqué y no lo encontré;
lo llamé y no me respondió.

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