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Tu cuello me recuerda
a la torre de David,
hecha de piedras labradas
y adornada con mil escudos
de valientes guerreros.
Tus pechos son dos gacelas,
¡son dos gacelas
que pastan entre las rosas!
Mientras sopla todavía
la brisa de la tarde,
y las sombras van cayendo,
subiré a la colina
de las suaves fragancias.

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