Add parallel Print Page Options

Los babilonios adoraban a un ídolo llamado Bel, y todos los días le presentaban una ofrenda. Le llevaban seiscientos kilos de harina fina, cuarenta ovejas y ciento treinta litros de vino. El rey iba todos los días a adorar a Bel; pero Daniel adoraba a su Dios. Por eso, un día el rey le preguntó a Daniel:

—¿Por qué no adoras a Bel?

Daniel le respondió:

—Yo no adoro ídolos hechos por la gente. Yo sólo adoro al Dios vivo, que ha hecho el cielo y la tierra, y es el dueño de toda la humanidad.

Read full chapter