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22 El rey los mandó matar, y le entregó el ídolo a Daniel, quien lo destruyó, lo mismo que a su templo.

Daniel mata la serpiente y se salva de morir

23 También había en Babilonia una enorme serpiente, y la gente de la ciudad le daba culto. 24 El rey le dijo a Daniel:

—¡No puedes decir que éste no es un dios viviente! ¡Tienes que adorarlo!

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