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También lo escucharon los funcionarios del gobierno y los miembros de la familia real, los ancianos y gente del pueblo de toda condición social, es decir, todos los que vivían en Babilonia, a orillas del río Sud. Al oírlo, la gente se puso a llorar, a ayunar y a orar al Señor. También reunieron dinero, según lo que cada uno podía dar,

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