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Parecía un leopardo, pero tenía pies de oso y boca de león. El dragón le entregó a la bestia el poder, el trono y la gran autoridad que poseía.

Una de las cabezas de l a bestia parecía herida de muerte, pero sanó. El mundo, maravillado de semejante milagro, siguió a la bestia. Adoraron al dragón, que le había dado el poder a la bestia, y asimismo adoraron a la bestia. «¿Quién como la bestia?» —exclamaron—. «¿Quién podrá pelear contra ella?».

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