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“Por mi parte, yo los he tenido a diente limpio en todas sus ciudades y con falta de pan en todos sus pueblos. Pero no se volvieron a mí”, dice el SEÑOR.

“También les detuve la lluvia cuando faltaban tres meses para la siega. Hice llover sobre una ciudad y sobre otra no hice llover. Sobre una parcela llovió, y la parcela sobre la cual no llovió se secó. Acudían dos o tres ciudades a otra ciudad para beber agua y no se saciaban. Pero no se volvieron a mí”, dice el SEÑOR.

“Yo los golpeé con tizón y añublo. La langosta comió sus muchos huertos, sus viñas, sus higueras y sus olivos. Pero no se volvieron a mí”, dice el SEÑOR.

10 “Envié entre ustedes una plaga como en Egipto. Maté a espada a sus jóvenes mientras sus caballos eran capturados. Hice que el hedor de sus campamentos subiera a sus narices. Pero no se volvieron a mí”, dice el SEÑOR.

11 “Los trastorné como cuando Dios trastornó a Sodoma y a Gomorra, y fueron cual leño salvado del fuego. Pero no se volvieron a mí”, dice el SEÑOR.

12 “Por tanto, de esta manera te haré, oh Israel. Y porque voy a hacerte esto, ¡prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel!”.

13 Porque he aquí, el que forma las montañas y crea el viento y revela al hombre su pensamiento, el que hace a la aurora tinieblas y pisa sobre las alturas de la tierra, ¡el SEÑOR Dios de los Ejércitos es su nombre!

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23 Ustedes también, oh hijos de Sion, alégrense y regocíjense en el SEÑOR su Dios, porque les ha dado la lluvia primera en su justa medida. También hará descender sobre ustedes la lluvia temprana y la tardía, como antes. 24 Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino nuevo y de aceite. 25 Yo les restituiré los años que comieron la oruga, el pulgón, el saltón y la langosta; mi gran ejército que envié contra ustedes. 26 Comerán hasta saciarse y alabarán el nombre del SEÑOR su Dios, quien ha hecho maravillas con ustedes. Y nunca más será avergonzado mi pueblo. 27 Así sabrán que estoy en medio de Israel, que yo soy el SEÑOR su Dios y que no hay otro. Y nunca más será avergonzado mi pueblo.

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36 entonces escucha tú en los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel. Sí, enséñales el buen camino por el que deben andar y dales lluvia sobre tu tierra, la cual has dado a tu pueblo por heredad.

37 “Cuando en la tierra haya hambre; cuando haya peste; cuando haya tizón, hongo, langosta o pulgón, o cuando su enemigo lo asedie en la tierra de sus ciudades (cualquiera que sea la plaga o la enfermedad), 38 cualquiera que sea la oración o la plegaria que haga algún hombre o todo tu pueblo Israel (cada uno reconociendo la plaga de su corazón y extendiendo sus manos hacia este templo), 39 entonces escucha tú en los cielos, el lugar de tu morada, perdona y actúa. Da a cada uno conforme a todos sus caminos, pues conoces su corazón (porque solo tú conoces el corazón de todo hombre); 40 a fin de que te teman todos los días que vivan sobre la superficie de la tierra que tú has dado a nuestros padres.

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Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí,
y no me des pobreza ni riqueza. Solo dame mi pan cotidiano;
no sea que me sacie y te niegue
o diga: “¿Quién es el SEÑOR?”. No sea que me empobrezca y robe,
y profane el nombre de mi Dios.

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“Te haré entender y te enseñaré
el camino en que debes andar. Sobre ti fijaré mis ojos.
No sean sin entendimiento
como el caballo o como el mulo, cuya boca ha de ser frenada con rienda y freno;
de otro modo, no se acercan a ti”.

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26 Y lo que dijeron, que dejasen en la tierra el tronco de las raíces del árbol, significa que tu reino continuará firme después que tú reconozcas que el señorío es de los cielos. 27 Por tanto, oh rey, que te sea grato mi consejo, y rompe con tus pecados mediante la práctica de la justicia, y con tus iniquidades mediante obras de misericordia para con los pobres. Tal vez esto resulte en la prolongación de tu tranquilidad.

Nabucodonosor pierde la razón

28 Todo aquello le sobrevino al rey Nabucodonosor. 29 Al final de doce meses, mientras se paseaba sobre la terraza del palacio real de Babilonia, 30 dijo el rey: “¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué como residencia real, con la fuerza de mi poder y para la gloria de mi majestad?”.

31 Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando descendió una voz del cielo: “A ti se te dice, oh rey Nabucodonosor, que el reino ha sido quitado de ti. 32 Te echarán de entre los hombres, y junto con los animales del campo será tu morada. Te darán de comer hierba como a los bueyes. Siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo es Señor del reino de los hombres y que lo da a quien quiere”.

33 En la misma hora se cumplió la palabra acerca de Nabucodonosor y fue echado de entre los hombres. Comía hierba como los bueyes, y su cuerpo era mojado con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águilas y sus uñas como las de las aves.

Nabucodonosor es restaurado

34 “Pero al cabo de los días, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo; y me fue devuelta la razón. Entonces bendije al Altísimo; alabé y glorifiqué al que vive para siempre. Porque su señorío es eterno, y su reino de generación en generación. 35 Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada. Él hace según su voluntad con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. No hay quien detenga su mano ni quien le diga: ‘¿Qué haces?’.

36 “En el mismo tiempo me fue devuelta la razón, y mi dignidad y mi esplendor volvieron a mí para gloria de mi reino. Mis altos oficiales y mis nobles me buscaron. Yo fui restituido a mi reino y me fue añadida aun mayor grandeza. 37 Ahora, yo, Nabucodonosor, alabo, exalto y glorifico al Rey de los cielos, porque todas sus obras son verdad y sus caminos son justicia. Él puede humillar a los que andan con soberbia”.

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