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20 Todo esto está escrito en el libro de los Salmos:

Que su mansión se vuelva un desierto
y no haya quien habite en ella.

Y también:

Que otro ocupe su cargo.

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20 Porque está escrito en el libro de los Salmos:

Sea hecha desierta su habitación,

Y no haya quien more en ella;(A)

y:

Tome otro su oficio.(B)

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Los presentaron a los apóstoles, quienes, haciendo oración por ellos, les impusieron las manos.

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a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos.

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Entonces, después de haber ayunado y haber hecho oración, les impusieron las manos y los despidieron.

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Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.

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18 Al ver Simón que cuando los apóstoles imponían las manos se impartía el Espíritu, les ofreció dinero,

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18 Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,

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17 Ananías partió inmediatamente y tan pronto como entró en la casa, tocó con sus manos los ojos de Saulo y le dijo:

— Hermano Saulo, Jesús, el Señor, el mismo que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo.

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17 Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.

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14 No hagas estéril el don que hay en ti y que se te confirió cuando, por indicación profética, los presbíteros te impusieron las manos.

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14 No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio.

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22 No impongas a nadie las manos demasiado a la ligera, no sea que te hagas responsable de culpas ajenas. Y tú mismo conserva limpia la conciencia.

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22 No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro.

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I.— PRIMERA INVITACIÓN A LA FIDELIDAD (1,6—2,13)

Lealtad a Jesucristo

Por eso, te recuerdo el deber de reavivar el don que Dios te otorgó cuando impuse mis manos sobre ti.

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Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.

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