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IV.— DAVID, REY DE JUDÁ E ISRAEL (2—8)

La unión de los dos reinos (2,1—5,5)

David, rey en Hebrón

Después de esto, David consultó al Señor:

— ¿Puedo ir a alguna ciudad de Judá?

El Señor le contestó:

— Sí.

David preguntó:

— ¿A cuál debo ir?

Y el Señor respondió:

— A Hebrón.

David marchó a Hebrón con sus dos mujeres: Ajinoán, la de Jezrael, y Abigail, la mujer de Nabal, el de Carmel. Llevó también a sus hombres con sus familias y se establecieron en las aldeas de Hebrón.

Después llegaron los de Judá y ungieron allí a David como rey de Judá. Luego le informaron:

— Los de Jabés de Galaad son los que han enterrado a Saúl.

Entonces David envió unos mensajeros a los de Jabés de Galaad para decirles:

— Que el Señor los bendiga por la compasión que han demostrado hacia Saúl, su señor, dándole sepultura. Que el Señor los trate con compasión y lealtad; yo, por mi parte, también los recompensaré por la buena acción que han realizado. Ahora recobren el ánimo y sean fuertes, pues aunque ha muerto Saúl, su señor, la casa de Judá me ha ungido a mí para que sea su rey.

Pero Abner, hijo de Ner y jefe del ejército de Saúl, tomó a Isbóset, hijo de Saúl, se lo llevó a Majanáin y lo nombró rey de Galaad, de Aser, de Jezrael, de Efraín, de Benjamín y de todo Israel. 10 Cuarenta años tenía Isbóset, el hijo de Saúl, cuando comenzó a reinar sobre Israel y reinó durante dos años. Sólo Judá siguió a David. 11 David reinó sobre Judá en Hebrón durante siete años y seis meses.

Guerra entre Judá e Israel

12 Abner, hijo de Ner, salió de Majanáin con los súbditos de Isbóset, el hijo de Saúl, en dirección a Gabaón. 13 Por su parte, Joab, hijo de Seruyá, también salió con los súbditos de David, y se encontraron junto a la alberca de Gabaón. Se colocaron allí, unos a un lado de la alberca y los otros al otro lado.

14 Entonces Abner propuso a Joab:

— Que se adelanten los jóvenes y luchen ante nosotros.

Joab respondió:

— De acuerdo.

15 Así que se adelantaron doce muchachos de Benjamín, por parte de Isbóset, hijo de Saúl, y otros doce de los súbditos de David. 16 Cada cual agarró por la cabeza a su adversario y le hundió la espada en las costillas, de suerte que cayeron todos muertos a la vez. Y aquel paraje de Gabaón fue llamado Campo de las Costillas. 17 Aquel día la lucha fue muy violenta. Abner y los israelitas fueron derrotados por la gente de David. 18 Estaban allí los tres hijos de Seruyá: Joab, Abisay y Asael. Asael corría como un ciervo en campo abierto, 19 y se lanzó en persecución de Abner sin desviarse lo más mínimo de su objetivo. 20 Abner miró hacia atrás y preguntó:

— ¿Eres Asael?

Él contestó:

— Sí.

21 Abner le dijo:

— Desvíate a cualquier lado, agarra a alguno de los muchachos y quédate con sus despojos.

Pero Asael no quiso dejar de perseguirlo. 22 Abner le insistió:

— Deja ya de perseguirme o me obligarás a aplastarte. Y luego, ¿con qué cara me presento ante tu hermano Joab?

23 Pero Asael no quiso apartarse y entonces Abner le clavó en el vientre la empuñadura de su lanza y le salió por la espalda. Y allí mismo cayó muerto. Todos los que llegaban al lugar donde Asael había caído muerto se detenían. 24 Joab y Abisay se lanzaron en persecución de Abner y al ponerse el sol llegaron a Amá, frente a Guiaj, en el camino del desierto de Gabaón. 25 Los benjaminitas se reagruparon tras Abner y se detuvieron, cerrando filas, en lo alto de la colina. 26 Entonces Abner gritó a Joab:

— ¿Es que la espada no va a dejar de hacer estragos? ¿No sabes que al final todo será amargura? ¿Cuándo vas a decirle a la gente que deje de perseguir a sus hermanos?

27 Joab respondió:

— Te juro por Dios que, si no hubieras hablado, mi gente habría seguido persiguiendo a sus hermanos hasta el amanecer.

28 Inmediatamente Joab tocó el cuerno y toda la gente se detuvo, dejaron de perseguir a los israelitas y cesó el combate. 29 Abner y sus hombres caminaron por la Arabá toda aquella noche, cruzaron el Jordán y, después de caminar durante toda la mañana, llegaron a Majanáin. 30 Por su parte, Joab dejó de perseguir a Abner y reunió a toda la tropa. De los súbditos de David faltaban diecinueve hombres, además de Asael. 31 En cambio, los súbditos de David habían matado a trescientos sesenta benjaminitas de los hombres de Abner. 32 Se llevaron a Asael y lo enterraron en la sepultura familiar, en Belén. Luego Joab y sus hombres caminaron durante toda la noche y amanecieron en Hebrón.

Sabemos, además, que aunque se desmorone esta tienda corporal que nos sirve de morada terrestre, Dios nos tiene preparada en el cielo una morada eterna, no construida por manos humanas. Y suspiramos anhelando ser sobrevestidos de esa nuestra morada celestial, dando por supuesto que seremos revestidos y no despojados de ella. En verdad, a los que vivimos en esta morada corporal nos abruma la aflicción, pues no queremos quedar desnudos, sino ser sobrevestidos de modo que lo mortal sea absorbido por la vida. A eso precisamente nos ha destinado Dios, y como garantía nos ha dado el Espíritu.

Así que en todo momento estamos llenos de confianza sabiendo que, mientras el cuerpo sea nuestra morada, nos hallamos lejos del Señor y caminamos guiados por la fe y no por lo que vemos. Rebosamos confianza, a pesar de todo, y preferiríamos abandonar el cuerpo para ir a vivir junto al Señor. Por eso, tanto si vivimos en este cuerpo como si lo abandonamos, lo que deseamos es agradar al Señor. 10 Porque todos nosotros tenemos que presentarnos ante el tribunal de Cristo para que cada uno reciba el premio o el castigo que le corresponda por lo que hizo durante su vida mortal.

Nuevas criaturas en Cristo Jesús

11 Conscientes del respeto que merece el Señor, nos esforzamos en convencer a los demás, pues lo mismo que nuestra vida no tiene secretos para Dios, espero que tampoco los tenga para ustedes. 12 Y no es que otra vez nos estemos haciendo la propaganda ante ustedes; tan sólo queremos brindarles la ocasión de que estén orgullosos de nosotros y así puedan responder a quienes presumen de apariencias y no de realidades. 13 Porque si dimos la impresión de excedernos, por Dios lo hicimos; y si ahora parecemos más serenos, por ustedes lo hacemos. 14 En todo caso, es el amor de Cristo el que nos apremia, al pensar que, si uno murió por todos, todos en cierto modo han muerto. 15 Cristo, en efecto, murió por todos, para que quienes viven, ya no vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 16 Así que en adelante a nadie valoramos con criterios humanos. Y si en algún tiempo valoramos a Cristo con esos criterios, ahora ya no. 17 Quien vive en Cristo es una nueva criatura; lo viejo ha pasado y una nueva realidad está presente.

Portadores de paz

18 Todo se lo debemos a Dios que nos ha puesto en paz con él por medio de Cristo y nos ha confiado la tarea de llevar esa paz a los demás. 19 Porque sin tomar en cuenta los pecados de la humanidad, Dios hizo la paz con el mundo por medio de Cristo y a nosotros nos ha confiado ese mensaje de paz. 20 Somos, pues, embajadores de Cristo y es como si Dios mismo los exhortara a ustedes sirviéndose de nosotros. En nombre de Cristo les pedimos que hagan las paces con Dios. 21 Al que no tuvo experiencia de pecado, Dios lo trató por nosotros como al propio pecado, para que, por medio de él, experimentemos nosotros la fuerza salvadora de Dios.