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Mas el rey, cubierto el rostro, clamaba en alta voz: ¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío!

Entonces Joab vino a la casa del rey, y dijo: Estás cubriendo de vergüenza el rostro de todos tus siervos, que hoy han salvado tu vida, y la vida de tus hijos y de tus hijas, la de tus mujeres y la de tus concubinas,

amando a los que te aborrecen, y aborreciendo a los que te aman; porque hoy has demostrado que nada te importan tus príncipes y siervos; pues ahora estoy comprendiendo que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento.

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