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Pero ellos le contestaron:

— Tú no debes venir, pues si tenemos que huir, nadie nos prestará atención; y aunque muramos la mitad de nosotros, tampoco nos prestarán atención. Pero tú vales tanto como diez mil de nosotros y es preferible que nos ayudes desde la ciudad.

Entonces el rey les dijo:

— Haré lo que os parezca mejor.

Y se quedó junto a la puerta, mientras todo el ejército salía por grupos de mil y de cien. Luego el rey dio a Joab, a Abisay y a Itay el siguiente encargo:

— Tratad con respeto al joven Absalón.

Y toda la tropa escuchó las órdenes del rey a los capitanes a propósito de Absalón.

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