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La mujer de Tecoa insistió:

— Majestad, yo y mi familia somos los responsables; el rey y su trono no tienen culpa.

10 El rey le dijo:

— Si alguien te dice algo, me lo traes, que no te volverá a molestar.

11 Ella le dijo:

— Su majestad pida a Dios que el defensor de la sangre no aumente las desgracias, acabando con mi hijo.

Él afirmó:

— ¡Vive Dios, que nadie tocará ni un pelo de tu hijo!

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