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2-3 envió por una mujer de Tecoa, que tenía reputación de gran sabiduría, y le dijo que pidiera una entrevista con el rey. Pero antes de que la mujer se presentara delante del rey, Joab le dijo:

―Vístete de luto, no te eches perfume, como si estuvieras de duelo por un hijo muerto. Luego irás donde el rey y le dirás todo lo que yo te diga.

Cuando la mujer llegó ante el rey, se arrojó con el rostro al suelo frente a él y clamó:

―¡Mi señor, por favor, ayúdeme!

5-6 ―¿Qué te pasa? —le preguntó el rey.

―Soy viuda —contestó ella—, y mis dos hijos tuvieron una pelea en el campo. Puesto que no hubo nadie que los separara, uno de ellos mató al otro.

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