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El hombre del rey le dijo:

—¡Esto no sucederá ni aunque Dios abra las ventanas de los cielos!

El profeta le contestó:

—Tú lo vas a ver con tus propios ojos, pero de eso no comerás nada.

Los sirios escapan

A la entrada de la ciudad había cuatro hombres enfermos de la piel, pues tenían lepra. Decían entre ellos:

«¿Qué estamos haciendo acá sentados esperando morir? Si entramos en la ciudad, moriremos de hambre, pues no hay nada para comer, y si nos quedamos sentados aquí, también vamos a morir. Mejor vayamos al campamento de los sirios; si nos perdonan la vida, qué bueno, y si nos matan, no importa, de todos modos vamos a morir».

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