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El ayudante personal del rey replicó:

―¡No me digas! Aunque el Señor abriera las ventanas del cielo, ¡no podría suceder tal cosa!

―Pues lo verás con tus propios ojos —le advirtió Eliseo—, pero no llegarás a comerlo.

Liberación de Samaria

Ese día, cuatro hombres que padecían de lepra se hallaban a la entrada de la ciudad.

―¿Qué ganamos con quedarnos aquí sentados, esperando la muerte? —se dijeron unos a otros—. No ganamos nada con entrar en la ciudad. Allí nos moriremos de hambre con todos los demás, pero, si nos quedamos aquí, nos sucederá lo mismo. Vayamos, pues, al campamento de los sirios, para rendirnos. Si nos perdonan la vida, viviremos; y, si nos matan, de todos modos moriremos.

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