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29 Entonces cocinamos a mi hijo y nos lo comimos. Al día siguiente, yo le dije: “Mata a tu hijo para que nos lo comamos”, pero ella lo había escondido.

30 Cuando el rey oyó esto, rasgó sus vestiduras en señal de desesperación; y como seguía caminando por la muralla, la gente pudo ver que debajo del manto real tenía tela áspera puesta directamente sobre la piel. 31 Entonces el rey juró: «Que Dios me castigue y aun me mate si hoy mismo no separo la cabeza de Eliseo de sus hombros».

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