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Un día, una joven israelita que las bandas de sirios habían hecho cautiva y la habían puesto al servicio de la esposa de Namán, le dijo a su señora:

«Si mi señor acudiera al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.»

Cuando Namán fue a ver al rey de Siria, le contó lo que la joven israelita le había dicho a su esposa,

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